miércoles, 10 de agosto de 2011

Duerme bonita!

      Estás dormida bonita??, yo me acabo de despertar y he soñado contigo. Te he visto feliz, radiante. Tu cara había desterrado el sufrimiento a la nada. Estabas preciosa, perfecta, sonriente y curiosa. 

   Estás dormida mi amor??, te he visto nadando por los campos de verde hierba. Verde que complementaba el cielo de tus ojos del que se alimentaba el universo. Te he visto andando por el mar  pintado de verde limpio. Tu cuerpo impoluto y perfecto, se alzó a unos centímetros del misterio opaco de  aguas profundas. Comenzabas a volar tocando con los dedos de tus blancas manos el agua. El valle de agua te sonreía, y tú, mi vida, devolvías la sonrisa al cuadrado,  iluminando el mundo con tu felicidad. 

     Estás dormida mi vida??, te he visto sentada en la luna, en la luna de tus sueños, en la luna empequeñecida por tu belleza, acomodando tu cuerpo en su curva. Descansabas con la cara silenciosa y plácida. Llena, plena y contenta. Todo está bien cariño. 

       Estás dormida preciosa??, quiero dormir a tu lado pero no estamos en el mismo mundo, tú eres feliz. Y a mi me toca conseguir la felicidad. Cuando nos volvamos a ver, realizadas,, seremos una y te contaré como busqué mi felicidad gracias a tus fantasías, a tus sueños, al amor y energía que me has dejado.

      Déjame mirarte de noche, déjame contemplarte sin que tú sufras al verme llorar. Quiero observarte en mis sueños en los que tú eres capaz de visitarme para tocarme de nuevo, para llevarme a la juventud, para llevarme a tus más escondidos deseos, para estar conmigo una vez más, para contarme que por fin eres feliz.

       Descansa mi amor, duerme y sueña con la mente pura e inocente. Nunca te olvidaré. Duerme bonita!
Para Svetlana con todo mi cariño. 



martes, 12 de julio de 2011

LA LLAMA DE LA VIDA

LA LLAMA DE LA  VIDA




El día había sido soleado, como su ánimo. Corría detrás de su madre, mirando todo lo que le rodeaba con curiosidad. Imitaba con torpeza todos los movimientos de ella, pero claro, este cervatillo solo tenía un mes y medio de vida . Sus patas, finas y huesudas, alzaban su cuerpo respingón con gracia. Su madre le observaba divertida, no podía evitar reírse cada vez que su cervatillo tropezaba. La primavera acababa de llegar y por la noche todavía hacía mucho frío, pero el día era cálido y la hierba había empezado a crecer.
Una mariposa cruzo frente a él, y se detuvo justo en su nariz. Sus grandes ojos negros se volvieron  cómicos al juntarse para mirar con detenimiento la preciosa mariposa.  El ciervo, curioso, no movía un solo músculo para no asustar al pequeño insecto. De pronto, la mariposa emprendió su vuelo  rápidamente, y el pequeño ciervo, sin pensarlo dos veces corrió, torpe pero veloz. Esto era injusto, no pudo observar todo lo que quería de la bonita y colorida mariposa. Sin darse cuenta, se había adentrado en la espesura del bosque y su madre no estaba cerca!!!!!!

El joven ciervo, se giro desorientado y una sensación de calor atravesó su corazón con un dolor punzante que jamás había sentido antes. El corazón se aceleró dentro su pecho incontroladamente. No podía ver a su madre. Era la primera vez que  se separaba de  ella desde que había llegado al mundo y la curiosidad dio paso al miedo, la luz a la oscuridad, y los colores vivos se iban convirtiendo en grises según caía la noche. La mariposa ya no tenía ninguna importancia. El cervatillo solo quería volver con su madre,  pero no la encontraba. Corrió alocadamente de un lado para otro, se caía constantemente liando su patas como cordones de una bota. Se magullaba todo el cuerpo sin sentir ningún  dolor, bueno, sólo uno, el dolor de su corazón.  No podía pensar con claridad y tenía muchas ganas de llorar, estuvo corriendo durante dos horas, hasta que cayó rendido sobre el suelo. Sentía un miedo atroz a todo lo que le rodeaba. Los árboles ahora eran siniestros. La cálida hierba ahora era fría y húmedo suelo. La luz del sol se dejó de ver, tapada por la oscuridad de la noche. Todo eran formas extrañas y desconocidas para él.  El miedo y el cansancio bloqueaban todos sus músculos. Ruidos desconocidos inundaron sus pequeñas orejas. No quería oírlos, no quería investigar, solo quería volver con su madre. El frío era cada vez más intenso.  Las pulsaciones de su corazón bajaron rápidamente. La humedad atravesaba su cuerpecito de lado a lado. Sólo con un mes de vida sentía como se apagaba poco a poco.  Sus pequeñas patas apenas podían ya moverse, acorchadas por el terrible frío de la noche. Lo peor era la terrible pena que sentía en su pecho, pensando en su madre. 
  
Se despedía, de su vida con tristeza y cerró sus parpados. De pronto, pudo entrever a través de sus ellos algo que desprendía una viva luz. Abrió los ojos lentamente y observo a lo lejos una llama que no prendía sobre nada. Estaba a unos centímetros del suelo. Tenía un calido color anaranjado, entremezclado con azules de color del mar. Era una mezcla de cielo del amanecer con playa de media mañana. Una llamarada de familiaridad llenó su cuerpecito inundando de calidez su corazón. Se levantó a duras penas y se acerco a la preciosa llama. A medida que se acercaba la llama se avivaba desprendiendo más y más calor. Se acerco tanto como pudo, comprobando que a pesar de tener el hocico pegado, la llama no quemaba. De pronto, la llama se dirigió a él:

         Hola pequeño ciervo, soy la llama de la vida y el amor.- dijo la llama claramente, con voz segura y decidida. No era voz de mujer, ni de hombre. Era la voz de la vida que no entiende de sexos ni matices.
         El pequeño ciervo no salía de su asombro. No tenía miedo, no podía tenerlo, ya que la llama le era muy familiar. Era como si hubiera nacido a su lado. Un amor fuerte surgió de su corazón explotando en alegría. Pero no era el mismo amor que sentía hacia su madre. Éste era diferente pero intenso. Ya no estaba cansado, ni tenía frío. Volvía a ser curioso y despierto.

         - ¿Que quieres de mi llamita?- dijo el ciervo animadamente-

         - ¿Qué esperas tú de mi?, pequeño ciervo. ¿Vas a saber amarme?, ¿vas a poder cuidarme, y disfrutar de mi?. ¿Sabrás aprovechar todo lo que tengo para ofrecerte? ¿Eres capaz de mantenerme viva o me dejarás apagar?

         - No!!!!!, yo no quiero que te apagues.- respondió apresuradamente el cervatillo- no sé como lo haré, pero lucharé con todas mis fuerzas para que no te apagues nunca y estés a mi lado.

         -Mucha gente dice esa frase, pequeño amigo.-respondió la llama- y al final acaban por ceder al esfuerzo de mantenerme viva. Al principio todo es maravilloso y se aprovechan de mi calor, pero con el tiempo se acostumbran a mi presencia y dejan de cuidarme y mantenerme encendida. Hasta que llega el día que me apago y todo llega a su fin.

-         Yo no soy así, estaré siempre a tu lado.- sentenció el joven ciervo con seguridad.

Pero a media que hablaba con la llama, ésta se iba apagando cada vez un poco más. El pequeño cervatillo, se dio cuenta y enseguida hecho a correr. Busco apresuradamente en la oscuridad, hasta que encontró unos delgados troncos. Los  cogió con su menuda boca y los depositó bajo la llama. A los pocos segundos comenzó a ser más viva. La llama se sintió muy agradecida. Comenzó a entablar una conversación animada con su nuevo y joven amigo. El ciervo se sentía muy bien a su lado. Su corazón estaba abrigado y la noche tenía calor. Todas las palabras de la llama, eran agradables para el cervatillo. Cada cierto tiempo, cuando la llama de la vida se apagaba un poco el ciervo corría sin perder tiempo a por más ramas y hojarasca con la que reavivar  la llama. Pasaba el tiempo rápidamente y el cervatillo irradiaba amor y agradecimiento hacia la pequeña llamita. Pero todo el optimismo fue volviéndose poco a poco en cansancio. Cada vez era más pesado encontrar algo con lo que alimentar la llama. El pequeño ciervo agotó todas las ramas secas que había a su alrededor, y cada vez tenía que correr más deprisa y lejos para conseguir algo con lo que avivar a su amiga. Sus músculos entumecidos y cansados le pedían a gritos que dejara de correr. Llevaba muchas horas sin comer y las fuerzas comenzaban a fallar. Pero estaba tan contento por dentro, que ignoraba los mensajes físicos de su cuerpecito. Poco a poco iba más lento y torpe. La llama cada vez se lo agradecía más y el cariño que irradiaba era más y más generoso. Sus palabras eran un tesoro cada vez más preciado. Era pleno por dentro,  no sentía que le faltara  nada más. Se olvidó que estaba perdido, y que no estaba rodeado de su familia y seres queridos. No sentía el frío de antes, ni el miedo, ni la inseguridad. Comenzaba a sentirse pleno y realizado, y ese desasosiego que corría horas antes por su interior había desaparecido. La llama a su vez valoraba más y más el coraje y fuerza que le mostraba el joven ciervo. Sentía la pureza de corazón limpio de egoísmo y avaricia.

         Cuando sólo faltaban una o dos horas, para el amanecer, el cervatillo volvió a observar que la llama se apagaba. Fue a levantarse para intentar coger algo más con lo que reanimar a su amiga. Pero en esta ocasión sus músculos no le respondieron. Era imposible. Intento por todos los medios levantarse sobre sus menudas patas. Pero éstas, no le respondían y caía estrepitosamente junto a la llama desvanecida.

-         Mi cuerpo no quiere que me levante llamita- dijo el cervatillo con un hilo de voz en su garganta-. No quiero que te apagues, no quiero que dejes de hablarme, no te quiero fallar. Quiero que el poco calor que mi cuerpo irradia te caliente. Por favor, no hables más no gastes energías para que puedas vivir más tiempo. Siento haberte fallado como lo hacen todos los demás. Pero te estaré agradecido hasta mi último aliento. Ya no tengo miedo a nada. Me has enseñado muchas cosas esta noche y me siento pleno en mi interior.

         Mientras hablaba, sus párpados se iban cerrando contra su voluntad. Hasta que poco a poco, perdió la conciencia y se durmió…..

         La mañana amaneció radiante, como el día anterior. Una sinfonía de pájaros cantaban sin parar. Los animalitos cargados de energías jugueteaban  animadamente. el rocío de las primeras horas lo había cubierto todo. Las gotitas de agua daban un brillo especial a todo el paisaje. Era una mañana preciosa.
         El pequeño cervatillo, estaba acurrucado junto a un gran árbol. Los primeros rayos de la mañana besaron delicadamente su cara, con un calido contacto. Sus grandes ojos se entreabrieron un poco. Desorientado, intento recordar dónde estaba. De pronto, todo cobro sentido, y una tormenta de pensamientos acudieron a su cabeza recordando todo lo que había vivido la noche anterior

-         ¡¡¡¡Llamita!!!!! ¿Dónde estás?,- grito el cervatillo-. Su voz era nerviosa. Pero viva. Sus patitas consiguieron recobrar un poco de energía gracias al poco sueño que habían tenido, consiguiendo levantar el pequeño cuerpo, y obedeciendo, esta vez sí, a las órdenes de su cerebro.
La llama no estaba. Sólo se podía percibir el rastro de ceniza dejado de toda la noche. Una gran pena se apoderó del cervatillo. Se sentía muy mal. Pensó que en la primera prueba que la vida le había puesto, había fallado. Se dejó caer en la hierba y comenzó a llorar. Había hecho todo lo posible, pero no había conseguido que la llama de la vida y el amor se mantuviera viva. Y ahora su corazón no tenía amor ni jamás lo volvería a tener. No tenía ganas de hacer nada, sólo quería permanecer tumbado y llorar.
-         Deja de llorar pequeño amigo- . dijo una voz detrás de él.-

El cervatillo se giro rápidamente, la voz era familiar. Sin embargo el tono era diferente. Este era claramente el de una joven cervatilla. Aunque la seguridad, que transmitía era la misma que en la pasada noche.
-         Yo te conozco, tú voz me resulta  muy familiar-. Dijo el cervatillo pausadamente, con la voz entrecortada por el disgusto que tenía.

Sentía la misma sensación de calor interno y seguridad que en la noche anterior. Pero la apariencia era diferente. Era una joven cervatilla. Era preciosa. Sus movimientos ágiles. Su rostro era perfecto. Sonreía sin parar y  sus ojos brillaban como la llama lo había hecho durante toda la noche.

-         Soy la llama de la vida y el amor, conseguiste alimentarme durante toda la noche y ahora yo te lo voy a agradecer. Te acompañaré toda la vida. Siempre estaremos juntos, ya que me has demostrado tener un corazón cargado de amor sincero y desinteresado. – apuntó la joven cierva, animadamente, pero con seguridad.

-         Pero si dejé que te apagaras. Cuando ya casi no te quedaba fuerza yo me dormí. No pude conseguir más ramas para ti. Fallé y no pude alimentarte.- dijo el cervatillo contrariado-

-         Te equivocas, no me alimentaron las ramas que me buscaste durante toda la noche, lo que me hacía brillar era el amor y generosidad de tu corazón. Tu amor es desinteresado y cálido. Tu corazón es grande e irradia más calor que el propio fuego. Entendiste lo que es querer, y cuidar algo que te importa. Las ramas son algo material de lo que se puede prescindir. Lo difícil es encontrar algo que no se puede tocar, que alimente más que las cosas banales que nos dan un bienestar  pasajero. Tú pasaste la prueba y demostraste tener un corazón maduro a pesar de tu corta edad.

Los jóvenes ciervos pasaron juntos el resto de su vida, disfrutando el uno del otro cada día que vivían. Descubriéndose cada vez un poco más, amándose incondicionalmente sin pedirse nada a cambio. Dándose calor el uno al otro a pesar del frío más cruel que en ocasiones da la vida. Siendo felices.

Moraleja, nunca dejéis que la llama de la vida y el amor se apague. El amor hay que alimentarlo diariamente, y su alimento no es material y no entiende de dinero ni riquezas. La vida y el amor van de la mano y consiguen su plenitud con las cosas que no se ven, pero que proporcionan la mejor de las sensaciones, la felicidad.

domingo, 22 de mayo de 2011

EL PARAÍSO EN LA OTRA ESQUINA

Y que me perdone Mario por plagiar el título, pero era el que más se adecuaba.
       Doblo la esquina, casas de madera cual naipe colocado en un castillo, en puro equilibrio estable, sucias, dispares, heterogéneas Miscelánea de viviendas con vestigios de negocios donde ganarse la vida. 
         Doblo la esquina, jardines cuidadosamente adornados con flores y plantas propias de un clima agradecido con la vegetación. Casetas engalanadas con decoraciones conjuntadas con su procedencia. Lujosos ajuares, orquestados para agradar a sus selectos espectadores.
     Doblo la esquina, oscuridad detrás de la oscuridad, Solitarias luces colocadas ingeniosamente para maximizar su función. Cientos y cientos de personas amontonadas, pero en su submundo particular. Miradas perdidas y ausentes, pensando en sus próximos 10 minutos de vida sobrevivida. Oscuridad detrás de la oscuridad. 
         Doblo la esquina, miles de luces adornan el gran jardín con sus particulares y adinerados asistentes. Luz en la noche, que amanece la algarabía ornamental, eternizando el día. Risas y presentaciones, miradas curiosas, susurros y comentarios sobre unos y otros, apariencia y más apariencia. 
        Doblo la esquina, olor a suciedad y miseria. Grises con sordos marrones, mezclados con el fondo negro. Tiendas pequeñas de comida con rejas en las puertas flanqueadas por niños con rifles vestidos de guardia de seguridad. Seguridad en su escudo y miedo en sus ojos, hambre en su cuerpo. Críos descalzos por las calles atestadas  de destartalados vehículos que piden a gritos su jubilación. Críos que arriesgan su vida en cada segundo de su existencia. Calles sin normas sólo la Ley de la calle. 
        Doblo la esquina y veo la orgía de comida de todas las partes del mundo. Todos miran y descartan guisos y elaboraciones con gesto de indiferencia que otros se comerían sin dudar y sin permitirse el lujo de obviarla. Cientos de finos olores, y aromas conjuntados en una sinfonía que toca sin necesidad de ser dirigida por director alguno. Trajes adornados para la ocasión y vestidos con gracia y desparpajo. 
        Doblo la esquina, harapos sucios y remendados una y otra vez. Supervivencia en la más descarnada de sus versiones. Pobreza en la más cruel realidad de un mundo sin caretas. 
         Dos mundos separados por una  esquina cercana que hace todavía más difícil entender esta paradoja. Dos universos lejanos, pero pegados el uno al otro ineludiblemente. Desde la tierra autóctona y real del mundo diario y terrenal, sólo tienes que pararte dos segundos, levantar la cabeza y si miras verás con rabia......el paraíso en la otra esquina.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Una noche diferente

        La noche se fabricó para ese día. Parecía un escenario de teatro construido a propósito para la puesta en escena de un drama. Una de esas obras de teatro que no dejan indiferente al espectador. Pero la realidad, en este caso, sí superaba a la ficción.  Las grandes palmeras flanqueaban la superficie gris que todavía irradiaba el calor absorbido de todo el día. Las estrellas se agolpaban en el cielo como espectadores de lujo, cotilleando todo lo que ocurría bajo ellas. La luna no se quería perder la representación de la vida real, y colgaba con su total redondez en una de las esquinas del horizonte. El silencio atronador, se acoplaba a la perfección a la disciplina militar. Todos los actores ya habían ocupado sus posiciones y esperaban con gran  paciencia y respeto la llegada del féretro. De fondo se oía el retumbar lejano de la marcha fúnebre. Golpes acompasados y retumbantes en el paisaje. Golpes de muerte en la membrana de un instrumento que ocultaba su habitual algarabía dando paso a la más desgarradora tristeza. El sonido, cada vez más audible, avisaba de su llegada. Las gaitas con su mística melodía procedente de ese singular instrumento, que hermana a Galicia con Escocia.  Este sería su último desfile, el último orden cerrado, el final de su vida que coincidió con el fin de su carrera, del cual todos seríamos testigos de excepción.  Con nuestro respeto y quietud, le despedíamos. Apareció  a  nuestra izquierda, custodiado por sus más directos amigos que querían acompañarle en el último servicio de su vida. Las palmeras dejaron de moverse para recibir su cuerpo inerte. Los tambores atronaban a nuestro lado, él ya estaba allí.
         Mi garganta exhibía su corbata particular, pero a ciegas, sólo con el nudo. Nudo que dolía dentro de la piel. Pero este día no era para llorar, era para estar orgulloso, orgulloso una vez más como tantas otras. 
Descanse en paz.........